jueves, 25 de diciembre de 2008

1 de diciembre de 2008

Nos levantamos a las 10:30. No es que hayamos dormido mucho, pero tenemos una mañana atareada: Fran quiere mostrarnos algunos puntos de referencia para manejarnos en el Cairo, pues él se irá en un par de días: Calle Nagual y el Hotel Sheraton.

Más tarde conoceremos a J., otra colega cervantina que se ofrece amablemente a ayudarnos a comprar los billetes de tren que necesitaremos. Nuestro plan inicial es:

1) Cairo - Abu Simbel (en avión)
2) Abu Simbel - Aswan (en avión)
3) Aswan - Luxor (en tren)
4) Luxor - Cairo (en tren)

En principio, todo son fechas que bailan y bailarán hasta que la luna marque, por fin, qué día va a ser el Aid, la fiesta del Cordero. Si nos pilla en tierras egipcias, puede que nuestro plan tenga que sufrir algunas modificaciones, ya que puede haber trenes y aviones que sufran retrasos. Para cuando nos encontramos con J., parece que todo está solucionado, que será el 9. Nosotros volveremos a Belgrado el 8.

Le agradecemos que haya querido acompañarnos, puesto que de lo contrario nos las hubiéramos visto y deseado para ponernos de acuerdo con aquel señor para pedir los billetes. Todo en árabe, con pinta de poco preparado para los turistas. Los billetes nos los tienen que "traducir" y anotamos detrás qué es qué para poderlos identificar el día que los necesitemos. ¡Qué impotencia eso de no entender nada, ni siquiera los números! Siempre diciéndonos que los que usamos son números árabes y resulta que ellos utilizan los persas, que son preciosos, pero que no siempre coinciden.

Lo único con lo que yo no contaba era con tener que ir sentados toda la noche en los trenes, pero J. me dice que a estas alturas y con tanta poca antelación ya no se pueden coger literas. Egipto está siempre a petar de turistas, y eso que cuando seleccionamos el destino pensamos que íbamos a estar solos. No me quiero ni imaginar cómo debe de ser esto en verano: con hordas y horas de turistas y unos 50ºC...

Terminadas las gestiones, empezamos a andar por las calles de Dokki en dirección al "Culantro", un jardín donde nos tomaremos unos sándwiches y un zumo de mango. ¡Qué recuerdos! Por suerte o por desgracia, aquel sabor no es lo único que ha conseguido transportarme de nuevo a las sensaciones vividas en la India: las calles se parecen muchísimo y el ambiente es muy similar, si bien no noto la agresividad de la gente al mirarte, al invadir tu espacio personal, que era algo que yo llevaba muy mal en la India.

En general, esperaba encontrarme un Egipto más rico, pero lo que veo son calles llenas de polvo, casas pequeñas y medio destruidas con paredes pintadas de mil colores alegres pero sucias, puertas abiertas sin un fin claro, rostros masculinos en cada negocio,... La mujer no ocupa lugar en la escena pública. Las primeras, de clase más alta, son las empleadas de la oficina de Egyptair que se encuentra en las dependencias del Sheraton. Allí voy con Fran y Vasa para comprar los billetes a Abu Simbel para mañana. No sólo me soprende que haya mujeres, sino que a su vez me flipa que estén todas veladas. Sé que el Islam es la religión predominante y que muchas musulmanas llevan velo, pero también Turquía es un país con muchos musulmanes y el ambiente es completamente distinto al de Estambul.

Caminamos hacia el centro, hacia Sadat, cuando nos empezamos a cruzar con las primeras frentes amoratadas. Según nos cuentan, son pruebas de su fe fehaciente. La integración social pasa en Egipto por la religión. Y de religión hablaremos largo y ancho durante el viaje con diferentes personas y aprenderemos mucho, sobre todo, de los cristianos coptos. Desconocíamos que el porcentaje de población copta fuera tan elevado: un 15-20% "real" frente al 7-8% reconocido por el Estado.

Camino a Sadat, ya solos Vasa y yo, cruzamos un primer puente. Dejamos la Ópera al lado izquierdo y al derecho, un gigantesco club social. Metros más adelante, tras pasar junto a dos leones guardianes, se abre ante nosotros nuevamente el Nilo, sucísimo. Y a un lado y otro, rascacielos como champiñones. Me sorprende el estilo de megalópolis que tiene el centro de la ciudad. No me lo esperaba; dicen que es herencia de los años 50-60, cuando la capital egipcia no estaba tan islamizada y era mucho más “abierta”.

Llegamos a Sadat y a una esquina de la gran plaza se alza imponente la Mogama, centro administrativo y burocrático del país y regalo de la Unión Soviética. Se huele de inmediato a juzgar por el estilo arquitectónico, todo un mazacote. Justo en el lado opuesto, otra mole roja que resulta ser nuestro destino: el Museo Nacional Egipcio. Intentamos cruzar entre el tráfico egipcio, toda una odisea. Aquí no hay cebras ni semáforos que valgan, sino que hay que lanzarse a la calzada y sortear todo bicho viviente que se atreva a circular sea auto, moto o burro,… Increíble.

Llegamos y el patio está lleno de niños que han llegado de excursión, me imagino. Compramos los tickets, entramos y de repente se abre ante nosotros todo un mundo de ultratumba: pisos, habitaciones y espacios llenos de estatuas, sarcófagos, momias sin orden lógico alguno desde la visión occidental de “museo”. Ni inscripciones, ni explicaciones ni recorrido marcado alguno. Sabemos que de allí no queremos salir sin ver las momias y el tesoro de la tumba de Tutankammon. Son las 4 y cierran a las 6:45, así que no disponemos de mucho tiempo. En realidad, todo aquello da para un día entero.

Subimos al primer piso y allí encontramos nuestros objetivos. Ambos, para quitar la respiración. En el primero, me impresiona el grado de conservación de las momias: todavía hoy se les conserva perfectamente el rostro, el pelo, las uñas, los dientes, la forma de los huesos… Incluso alguno que murió en plena batalla aparece con el rostro desfigurado. Me impresiona no sólo el encontrarme los cuerpos frente a frente sino el hecho de que aquellos faraones consiguieran su propósito: 4.000 años después todavía podemos observar sus cuerpos preservados y sus obras, no menos impresionantes. Magnas donde las haya, resistentes a fenómenos naturales diferentes,… ¡Qué barbaridad!

El tesoro de pequeño Tutankammon me impresiona por la perfección de la riqueza que lo envuelve. Cada detalle, cada piedra tallada,… los sarcófagos donde lo colocaron… y todo encaja a la perfección. Todavía me impresionará más cuando tenga la oportunidad de estar en el Valle de los Reyes y vea las dimensiones reducidas de su tumba y la capacidad de aquel pueblo.

A la salida nos perdemos por las calles céntricas, repletas de gente que sale a comprar y de escaparates no menos sorprendentes: abundan las tiendas de ropa interior y me impresiona lo pornográficos que resultan ser para la visión occidental. La fantasía les llega lejos y después nos contarán que esos son los modelitos que suelen vestir las mujeres debajo de sus ropajes… Nunca me lo hubiera imaginado así.

La sexualidad resulta un tabú social, pero no lo aparentan los escaparates. Tampoco los anuncios de un par de farmacias que me sorprenden por el tamaño de la fuente que han utilizado para anunciar la venta de Viagra… ¿Qué pasa? ¿En qué contextos se trata y en cuáles no?

Por la noche, ya degustando delicias libanesas (en especial un babaganoush que está de muerte), Fran nos descubre grandes secretos de la sexualidad en el mundo árabe… Estoy que no salgo de mi asombro, y lo peor será que lo confirmaré a lo largo del viaje hablando con los propios egipcios.

3 comentarios:

Alfonso dijo...

Permíteme puntualizar dos cosillas:

1) No sé hasta qué punto podemos comparar Turquía y Egipto, pues el primero, aun siendo de mayoría musulmana, es un país oficialmente laico. Y es verdad que allí apenas vimos mujeres con velo (aunque sí bastantes con la cabeza cubierta), pero también es cierto que no nos adentramos en la Turquía más profunda.

2) Me hace gracia que hables de la "agresividad" de los indios al invadir tu espacio personal. Creo que estás invirtiendo el punto de vista. No son ellos quienes te agreden, sino tú la que te sientes agredida. Nuestra cultura no está acostumbrada a esa mirada tan directa e insistente, pero en la India eras tú quien se encontraba en su terreno, es decir, que no puedes aplicarles tu filtro cultural. Me parece muy importante esta diferencia.

Me alegro de que hayas reaparecido sana y salva, pues hubo un momento en que tu prolongado silencio me escamó. Sigo impaciente la relación de vuestro viaje :)

¡Besotes!

mmelekk dijo...

En efecto, Turquía y Egipto son muy diferentes y gran parte de esta diferencia se basa en que uno es laico y el otro Estado y religión dificilmente pueden concebirse por separado. Sin embargo, me chocó encontrarme un Cairo tan "religioso". No me hubiera sorprendido encontrarme ese panorama en zonas rurales, pero pensaba que en la capital las cosas eran diferentes... Te juro que vi mucho "fanatismo y agarre religioso" a partir de pequeños detalles que ya iré contando en estos días... Cuando estuve allí me contaron que en los 60/70, la sociedad era muchísimo más abierta, mucho más tolerante y no había tanto velo ni pañuelo.

En cuanto a la agresividad india, sí, sí, soy consciente de que les estaba aplicando mi filtro cultural, sólo que quizá 5 semanas fueron pocas para desprenderme de él con facilidad. Yo, personalmente, hubiera necesitado unas cuantas más... Me cuesta que me miren tan directa y profundamente.

Y me alegra ver que te alegra mi reaparición. La verdad es que me he descolgado bastante en general. A ver si mañana encuentro un ratitín para llamarte, que te lo dije y no he cumplido :(

Un abrazo enorme

mmelekk dijo...

Por cierto, quiero reencuentro YA para intercambio de fotos de Turquía :)